Foto Maite Melilla |
En la parte oriental de la cadena montañosa
marroquí del Rif, a orillas del mar Mediterráneo,
donde termina África, mira Melilla de frente las costas de España. Por aquí
caminaron los primeros homínidos. El Norte de África era húmedo. Poblaban sus
bosques y sabanas hipopótamos, rinocerontes, elefantes y jirafas. Aquellas
razas "pre-neardenthales", de cuya cultura y tecnología
hay restos en Casablanca, Rabat y Tánger, evolucionaron. La repentina desecación
del clima provocó un brusco cambio en el ecosistema.
Baluarte del Caballero de la Concepción |
El norte de África quedó aislado entre el
mar y el desierto del Sahara. A esa época se remontan los yacimientos más
antiguos de Melilla, ubicados en las inmediaciones del monte Gurugú. Los restos
neolíticos hay que buscarlos algo más lejos, a unos 30 kilómetros de la ciudad,
en Punta Negri.
Son los fenicios, ese pueblo mercante
mediterráneo dedicado, según Homero, a comerciar y raptar entre los pueblos de
las islas, quienes inauguran la historia de Melilla. Ellos traen el alfabeto,
vino, cedro, artes de navegación.... Y se llevan, probablemente, metales.
Anochecer desde el puerto |
Los fenicios, así apodados por el color púrpura
con que teñían sus ropas, emprendieron la colonización de las costas mediterráneas,
desde su natal Fenicia, en el actual Líbano, a lo largo de los siglos comprendidos
entre el 1200 y el 332 a.C. Hasta ese momento, el antiguo pueblo semita
engrandeció el comercio marítimo llevando y trayendo mercancías en sus panzudas
embarcaciones, de un lugar a otro, fundando factorías y colonias.
El establecimiento fenicio en Melilla,
con seguridad posterior al siglo V a.C., tuvo, muy probablemente su
razón fundamental en la geografía, favorable al cabotaje. El enclave poseía,
muy visible, como referencia, el cabo de Tres Forcas. Los vientos dominantes de
poniente y levante permitían allí escoger el fondeadero de Melilla o el de
Cazaza.
Fachada de la escuela de arte |
Los atractivos de la zona, a ojos de los
fenicios, no debieron limitarse a sus facultades logísticas. Los fenicios
practicaban la navegación de altura, es decir, prescindiendo de la referencia de
la costa, varios siglos antes de la fundación melillense, navegando, de hecho,
sin dificultad, las 235 millas que separan Orán de Gibraltar. De manera que si
varaban en Melilla sus barcos debía ser por algo más que hacer noche. De su
permanencia ha dejado el tiempo como testimonio la necrópolis del cerro de San
Lorenzo.
Rusadir pasó, a partir del
siglo VI a.C. a manos cartaginesas. Los romanos, poco después, acuñaron
allí moneda. Solo en la excavación (abierta a las visitas) de la Casa del
Gobernador, se han hallado en las últimas campañas: un patio con un pozo
central, más de 50.000 fragmentos de material cerámico, 15 tipos de Ánforas,
una zona de viviendas del siglo II a.C. y gran número de monedas.
Playa de los Carabos (Foto Merche Barrutia) |
Del orden de magnitud histórica de este
periodo de esplendor, que Melilla vivió como parte de la provincia Mauritania
Tingitana, dan idea la excavaciones arqueológicas de Melilla la Vieja, que
posiblemente pronto se convierta en pueblo-museo.
El rastro de la historia se difumina a la
caída del Imperio Romano, si bien es seguro el asalto y quema llevado a cabo
por los vándalos, en el año 429. De la ciudad únicamente el nombre fenicio
resiste los asaltos y la decadencia hasta época islámica.
Árabes
y Bereberes
Faro de la ciudad (Foto Merche Barrutia) |
A finales del siglo VII, frente al
invasor Árabe. Narran aquellas crónicas la ferocidad de aquel pueblo y la
valentía sobrehumana de su guía Cahína, la hechicera. El pueblo en cuestión,
los bereberes, procedían probablemente, de la población prehistórica que
habitaba en el Sáhara, llegados hasta estas costas cuando su tierra natal inició,
hacia el 6000 a.C., su desertización.
Puerto de Melilla |
La migración les impulsa hasta la península
Ibérica, donde dejan en herencia su cultura, rastreable en la lengua y sus
pinturas esquemáticas. Esto significa que antes de la invasión Árabe ya acusaba
el peninsular de la futura España en su genealogía económica, social cultural y
étnica, rasgos africanos.
Rusadir pasa a ser Melilla, del
sustantivo Melil (fiebre), es decir, para siempre, La
Febril. Los bereberes derrotados, huidos de Melilla en los albores del
octavo siglo de nuestra era escogen como refugio las montañas del Rif, un
relieve propicio para continuar la resistencia. Se les conoce por su costumbre
de rasurarse la cabeza, usar chilaba y comer cuscús. Estas y otras costumbres,
oficios, sistemas económicos y lengua, sin embargo, aglutinan a diversos y muy
numerosos grupos étnicos. El amazigh (bereber es un término
griego que significa bárbaro) es –según Guillermo Alonso Meneses- “tan
pronto un como un almohade, un almorávide, un zenata, un rifeño o un kabilio;
tan pronto es rubio con ojos claros como de piel oscura o negra y pelo rizadísimo.”
Mezquita del rastro |
Sea como fuere, a partir del
siglo VII en que el Islam comienza a difundirse, el sustrato cultural
amazigh sufre significativas transformaciones. Tras el primer contacto, la
arabización tendría una segunda fase coincidiendo con la llegada de los
beduinos en el siglo XI y una tercera, a partir del siglo XV,
con la llegada a la zona de gran número de andalusíes.
Pero volviendo donde estábamos, Melilla
es ahora islámica, crece y se hace próspero lugar de comercio, mas su
emplazamiento costero atrae a los vikingos que en el siglo IX la
arrasan. Casi cien años tarda en levantarse, después del terrible asalto, hasta
que las tropas del califa Abd- al-Rahmán III, en el año 926, la incorporan al
califato de Córdoba.
En el siglo XIII la ciudad pasa
a manos de los meriníes de Fez. En los
siglos XIV y XV sucesivas contiendas entre los sultanes de
Tremencén y Fez arrastran a Melilla a un nuevo periodo de decadencia y desidia.
Ocupación
Cristiana
Cuevas del conventillo |
Cuenta el cronista
de la casa ducal de Medina Sidonia que un día despejado del mes septiembre del
año 1497, los marineros de la tropa española “se detuvieron en el mar para
no llegar de día, e allegando la noche, la primera cosa que hizieron fué sacar
a tierra un enmaderamiento de vigas que se encaxavan e tablazón que llevavan
hecho de Hespaña. E trabaxaron toda la noche de lo hacer e poner a la redonda
de la muralla derribada a la parte de fuera, donde andaban los alárabes... que
cuando el otro día amaneció, los moros alárabes que andaban por los campos que
avian visto el día antes Melilla asolada e la vieron amanecer con
muros e torres, e sonar a tambores e tirar artillería, no tuvieron pensamiento
que estuvieran en ella cristianos sino diablos, e huyeron de aquella comarca a
contar por los pueblos cercanos lo que avían visto."
Melilla la Vieja |
El capitán Gómez Suárez, primer alcaide
de Melilla, y los que le suceden, tras la conquista, concentran sus esfuerzos,
y una gran parte de los recursos económicos, en dotar a la ciudad de fuertes
defensas. Hasta tal extremo alcanzan las inversiones que, en 1556, los duques
renuncian a la plaza en favor de la corona, por ser sus gastos demasiado
elevados. Es entonces, bajo el gobierno local de Venegas, alcaide y embajador
del Rey Prudente, que suceden los hechos extraordinarios del fallido asalto de
los morabitos, recogidos por uno de los maestros del Siglo de Oro, Juan Ruíz de
Alarcón en la obra La Manganilla de Melilla.
– Pimienta: Si al alcaide vas a hablar, tarde pienso que
has venido. –Salomón: ¿Cómo?
– Pimienta: Habráse ya partido
– Pimienta: Habráse ya partido
a Melilla a rescatar
a su Alima.
Recias
e indomables Murallas
Iglesia del Sagrado Corazón (Foto Marilo Marb) |
A partir de ese
momento y hasta entrado el siglo XIX la historia de Melilla se escribe con
paños nuevos, almenas, sillares, torres y la restante ingeniería defensiva que
fue componiendo y renovando las murallas de la ciudad. Los asaltos son a cuál
más encarnizado. El más tenaz de todos ellos es el que capitanea Muley Ismail,
que mantuvo la ciudad cercada cincuenta años a lo largo del siglo XVII.
Entonces se emprende la gran reforma y ampliación defensiva. En 1716, el
antiguo Hornabeque es convertido en un frente abaluartado inexpugnable, con los
bastiones de San Pedro y San José Alto marcando el Segundo Recinto. La reforma
del amurallado que guarda la Villa Vieja, es el siguiente paso; el gobernador
Alonso Guevara Vasconcellos con la ayuda de Juan Martín Zermeño, son sus
artífices. El resultado de aquella magna obra es una Melilla acotada por un
primer recinto renacentista reforzado con un segundo y tercer recintos
abaluartados. Pero la atalaya no remata hasta dos décadas más tarde, con la
construcción del cuarto recinto y los fuertes Victoria Chica, Victoria Grande,
San Carlos y Plataforma.
Cala Trapana (Foto José Carvajal López) |
Documenta la historia, en sus escritos,
la eficacia de la fortaleza, al rechazar el asedio en 1774, que enfrentó a la
artillería cristiana contra el ejército, diez veces superior en número y en
armamento dirigido por el sultán Muley Abdalah.
El tratado de Wad-Ras firmado en el año
1860, con el sultán de Marruecos, parece poner final a la larga historia de
asedios sufridos por la ciudad, estableciendo las fronteras entre España y
Marruecos. La soberanía española sobre Melilla, sin embargo, tendrá que superar
nuevos escollos.
La
Campaña De Melilla
Cuevas del Conventico |
En 1902 Bou Hamara "El
Rogui", desafía la autoridad del sultán Abdelaziz,
formando su propio reino independiente en el nordeste marroquí. Cuenta con la
fuerza de las cábilas rifeñas que quieren expulsar a España y a Francia del
territorio. En esta inestable realidad política surgen de las entrañas de la
tierra, muy cerca de Melilla, unos extraños minerales que resultan ser
criaderos de plomo y hierro. Inmediatamente el gobierno español contacta con El
Roghi, consiguiendo el permiso para su explotación en 1907. Las gentes del Rif
interpretan la concesión como una traición de su líder y actúan por su cuenta.
Los trabajos en la mina quedan momentáneamente paralizados. Hay demasiados
intereses en juego. Los franceses, socios de los españoles en la aventura
minera, amenazan con intervenir. Es así que España acomete la llamada campaña
de Melilla.
Ensenada de los Galápagos |
La movilización de reservistas para
luchar en Marruecos motiva una inesperada reacción popular en la península que
deriva en sangrienta revuelta, y que pasa a la historia con el nombre de Semana
Trágica de Barcelona. En el Barranco del Lobo, a poca distancia de la ciudad de
Melilla, las cosas tampoco marchan bien: la Brigada Mixta de Madrid sufre una
terrible derrota en la que mueren entre 1.000 y 1.500 soldados. En Melilla
desembarcan entonces 40.000 soldados que esperan hasta el mes de septiembre
para actuar bajo las órdenes del general Darío Diez Vicario, tomando,
finalmente, el monte Gurugú.
Reestablecido el orden en la zona, las
compañías mineras se reparten la explotación del territorio. La Compañía Española
de Minas del Rif, S.A. acapara los hierros de los montes Uixan y Axara,
mientras que la Compañía del Norte Africano, se hace cargo del yacimiento del
monte Afra. La nueva y repentina era industrial ejerce sobre la ciudad de
Melilla efectos inmediatos. El cargadero de minerales se construye sobre
terrenos ganados al mar, rellenado y explanado, desde el cerro de San Lorenzo,
donde hoy se encuentra la plaza de toros.
El
desastre de AnuarE
Puerto Noray |
El seglar anhelo español, tantas veces
frenado por una u otra causa, de expandir la nación
por el continente africano, resurge en 1919. El general Silvestre, encargado de
la comandancia de Melilla, logra doblar el territorio en torno a la ciudad, lo
que, una vez más, pone en pie a la población del Rif que en verano de 1921
asesta una ejemplar derrota en el puesto español de Annual. Diez mil soldados
muertos y un retroceso de la línea fronteriza son el negativo balance de la política
ofensiva que lleva al gobierno español a promover, siguiendo el modelo que el
gobierno francés había aplicado ocho meses antes, un Protectorado Civil,
fuertemente custodiado por efectivos del ejército. La propuesta se hace
efectiva en el año 1927, tras el desembarco de Alhucemas en 1925 que supuso la
victoria sobre Abd-el-Krim y la definitiva pacificación de la zona. El
Protectorado duraría hasta 1956 en que Marruecos obtiene la independencia.
Foso de Hornabeque |
Con la independencia marroquí, Melilla
registra un descenso de la población. Buena parte de las tropas han regresado a
la península, sin embargo, es en esos años cuando la ciudad inicia la
construcción de su moderna infraestructura. Estación marítima, nueva red de
distribución de aguas, paseo marítimo, finalización de las obras del aeropuerto
(que supondrá la definitiva independencia de la infraestructura marroquí del
aeropuerto de Tarima), e inauguración, cuatro años más tarde, en 1973, del
Parador Nacional.
Murallas
adentro, murallas afuera
El Parador mira desde lo alto. Ve Melilla
La Vieja, ve Melilla la Nueva. A los pies de sus
balcones se despliega un vasto panorama: una poblada masa de arbolado, en las
inmediaciones del cerro, la ciudad, a continuación, armando su relieve hacia el
continente, y el mar y la montaña, ocupando el último horizonte.
Capilla de Santiago |
El parque Lobera es el
inmejorable emplazamiento del Parador de Melilla, rodeado de jardines y piscina
y con acceso privilegiado a la ciudad original, la más antigua, todavía
encerrada en ciudadela.
En la vertiente oriental del cabo Tres
Forcas, en su base cuando se abre hacia la albufera de la Mar Chica, se halla
Melilla La Vieja con sus cuatro recintos amurallados. El Pueblo,
que así también se la conoce entre los foráneos, es en realidad un conjunto de
cuatro ciudadelas unidas, en su tiempo antiguo por puentes levadizos. Para
sacar buen provecho de semejante patrimonio, rico y muy complejo en historia,
lo más indicado es ponerse en manos del guía.
El recorrido de la Vieja
Melilla comienza con la visita a la exposición permanente, en la que,
a través de proyecciones y maquetas, el viajero se adentra en la historia de la
atalaya. A continuación se recorren los Aljibes, el segundo
recinto, la Cueva del Conventico, en la muralla de la Cruz, donde
se refugiaban los habitantes durante las guerras, el Museo Militar y
el indispensable Museo Arqueológico, en la Torre de la Vela,
una visita obligada inscrita en el Primer Recinto Histórico. Los fondos de este
museo recorrieron diversos emplazamientos hasta conseguir ésta, su sede
definitiva, reformada en fecha reciente para sacar mayor provecho de su valioso
lote. Las colecciones se muestran en cinco secciones: Prehistoria, Numismática,
Antigüedad Clásica, Edad Media y Edad Moderna y Contemporánea. Por su cuenta,
sin abandonar la Vieja Melilla, el visitante tendrá ocasión de conocer la
iglesia barroca de la Purísima, y algunos otros rincones memorables.
Teatro Kursaal |
Hay otros templos cardinales en Melilla
extramuros. Hay más de una decena de mezquitas, ocho iglesias, media docena de
sinagogas y un templo hindú. Arquitectónicamente, el número de edificios
destacables se reduce a tres: la sinagoga Or Zoruah o de Yamín
Benarroch (en la calle López Moreno), obra del, pronto lo veremos,
padre del modernismo melillense, Enrique Nieto, que inauguró esta sinagoga en
el año 1924. La mezquita central (en la calle García
Cabrelles), obra del mismo arquitecto realizada en 1945, con minarete y cúpula
andalusí. Y el templo hindú (en la calle Castelar), único
edificio de culto de la comunidad hindú de Melilla.
Lamentablemente es imposible ver los tres
templos en un solo día, ya que, a excepción del hindú, la visita a la sinagoga
(martes y jueves) y a la mezquita (domingos) está limitada.
Modernista
y cosmopolita
Casa de los cristales |
La nueva Melilla nace con la vieja todavía
en pleno empleo de sus defensas. Al comienzo del
siglo XX las metrópolis de trasiego, incluso las de un tamaño no
exagerado, comienzan a hacer de sus cuestas y alamedas, avenidas y paseos. Una
nueva geometría ilustrada que interviene tanto en la arquitectura de las
construcciones como en el trazado urbano de los parques, los puertos y los
nuevos barrios. El ensanche de Melilla cuajó después de dos intentos fallidos a
finales del siglo XIX. Eusebio Redondo inició, en el centro de la ciudad,
lo que sería el principio del Ensanche de Reina Victoria,
actualmente conocido como Triángulo de Oro, deudor indudablemente del ensanche
Cerdá de Barcelona que toma como modelo.
Las semejanzas con la capital del
modernismo no terminan aquí. El ensanche recién inaugurado atrae la inversión.
Se levantan casi mil modernas construcciones asimilables, todas ellas, a los
distintos estilos entonces en boga
(racionalismo, eclecticismo, art decó, historicismo) comúnmente aglutinadas en
lo que se dio en llamar modernismo.
Plaza de las Culturas |
El forastero que por primera vez visita
Melilla se ve sorprendido por el desarrollo fabuloso del modernismo en esta
ciudad. Si hemos de poner nombre y atribuir parte de tal mérito arquitectónico,
sin duda hemos de referirnos al barcelonés Enrique Nieto. Importador de los
modelos europeos en un principio, Nieto despliega a lo largo de las cuatro décadas
que trabaja en Melilla diversos estilos, rebosantes todos ellos de creatividad,
en los que abunda la decoración floral.
Las calles, las casas, hablan por si
mismas. El viajero interesado en ver la mÁs destacada arquitectura de aquellos
albores del siglo XX tiene múltiples rutas y estrategias, la que
sugerimos aquí es solo una de las posibles por la segunda ciudad de España en
patrimonio modernista.
Palacio de la Asamblea (Ayuntamiento) |
Sitúese el visitante en la plaza
de España que es también perfecto lugar desde donde abordar la ciudad
de hoy, cualquiera que sean las intenciones: comprar, tomar café, ir al mercado...
Desde la plaza, hacia el interior,
discurre un triángulo perfecto que los jardines del Parque Hernández y
el diagrama en fuga de calles, abren en abanico.
Habremos reparado, en la misma plaza de
España, en las grandes construcciones del ayuntamiento y
del Casino Militar, marchando de frente por la avenida del
Rey Juan Carlos I, a izquierda del Casino y derecha del parque, enseguida
encontramos, en el número 1, el más ostentoso de los edificios proyectados por
Nieto, junto al nuevo barroco del vecino firmado por Guerrero Stracham. Para
llevar a cabo la gran obra del Avenida, Nieto tomó como referencia los modelos
más catalanistas del Art Nouveau, muy especialmente, los trabajos del maestro
Doménech y Montaner. Al otro lado de la calle, en el número 2, otro interesante
edificio, que debemos a Manuel Rivera Vera, ejemplo del modernismo geométrico,
en el que destaca la torre cupulada del chaflán.
Plaza España |
Avanzando por la avenida, a la altura de
la calle Cervantes que cruza, una pareja de edificios de
Eusebio Redondo casi simétricos, hermoso marco de las murallas, al fondo. En
los números 11 y 9 Enrique Nieto vuelve a dar muestras de su talento con un
estimable ejemplo artdecó de 1936, y el antiguo Economato Militar,
construido dos décadas antes, tenido por uno de los templos del modernismo
melillense, con abundante decoración floral recorriendo una
fachada protagonizada por series de balconadas ondulantes. En los números 18 y
20, edificio clasicista de Eusebio Redondo.
A izquierda de la avenida, puede
desviarse el visitante por las calles perpendiculares de Rosa
Chacel o su consecutiva General Pareja. Finalmente, junto
a la esquina del Parque, por Castillejos, hay un conjunto notable de edificios
militares eclécticos.
De
zocos y mercadillos
Puestos de mercado en el Ánfora |
En esa dirección, hacia el sur,
el caminante encuentra entre otras cosas, la Plaza de Toros, (con el palacio de
Congresos, algunas calles hacia el oeste, orgullo metropolitano construido en
1997), el mercado del buen acuerdo, la barriada de Concepción, el río...
El otro enorme atractivo de Melilla es el
precio, considerablemente más económico que en la península en multitud de artículos.
Los precios, en este territorio franco donde no se cobran aranceles ni se paga
IVA, interesan sobre todo en artículos electrónicos.
De Melilla tienen fama sus artículos de
plata, oro y su joyería en general. Mezcladas con las boutiques, las tiendas de
firmas internacionales, hay tiendas artesanas, marroquinerías, comercios
musulmanes, hebreos, indios... Si, a pesar de todo, el viajero anhela la mercadería
callejera, podrá satisfacer sus ansias de exotismo recorriendo el Mercadillo,
instalado en su nueva ubicación en el Polígono del SEPES, repleto de puestos y
el inmortal encanto del zoco marroquí. Entre los souvenir allí expuestos:
alfombras, babuchas, vajilla, perfumes, el tafetán acaso sea
uno de los artículos más atractivo, un vestido Árabe oriental, que fue
asimilado por los amazigh "bereberes": lo extendieron por todo
Marruecos y que todas las mujeres lo visten ya sean ciudadanas o campesinas.
Explanada de San Lorenzo |
Hay más cosas que ver y actividades
posibles a realizar en Melilla. Si al viajero le quedan fuerzas, o piensa
prolongar su estancia, sepa que la ciudad dispone de un importante puerto desde
1911, en pleno proceso de modernización, con un nutrido servicio de ferrys,
muchos kilómetros de playa, el archipiélago de Chafarinas,
la ensenada de los Galápagos, de alto valor paisajístico y el
enorme valor patrimonial de un lugar declarado bien de interés Cultural.
Aventurarse
por montañas y desierto
Al fondo el Gurugú |
Hay muchas excursiones muy interesantes
desde Melilla pero todas ellas a una distancia considerable. Hasta Melilla
llegan viajeros de las más variadas estirpes, aventureros, submarinistas,
amantes del cuatro por cuatro, senderistas, europeos, americanos, nostálgicos
de los ambientes del Protectorado, artistas... para todos ellos hay viajes
organizados o infraestructuras que facilitan rutas independientes.
Una excursión abordable, aventurada pero
sin riesgos, con salida y retorno desde y a Melilla es la que recorre el Parque
Natural del Monte Gurugú. Allí, además de los encantos geográficos de su
accidentado relieve, hay ruinas romanas y una colonia de monos, los berberiscos que
ya se mencionaban en la Biblia, aunque a ellos se refirieran las escrituras
como simios.
Mayor osadía exige la contemplación
directa del desierto. Hay distintas formas de acceder a él, ya sea en tour
organizado, o en vehículo particular o alquilado. Oasis, dunas, y palmeras con
nombre propio bajo el gran sol y la gran luna. Para cualquiera de las
alternativas, lo mejor es dirigirse a la primera oficina de turismo marroquí,
cruzada la frontera. Allí obtendrá información indispensable.
Nador y
Fez
Cargadero de mineral |
Nador es la población más cercana a
Melilla, a solo 12 kilómetros. Con más de 130.000 habitantes, esta ciudad
costera se escuda del mar Mediterráneo tras un mar encerrado en un istmo al que llaman
Mar Chica. Se trata de una ciudad levantada por españoles, cuyo estilo andaluz
es manifiesto en su arquitectura. Su proximidad a Melilla hace de Nadur lugar
predilecto de los cientos de melillenses que recorren a diario los puestos de
lo que ellos llaman el Corte Moro, un mercado digno de visitarse.
Una incursión más interesante y rica, por
la cultura del vecino Marruecos, nos llevaría hasta Fez, a unos 350
kilómetros de Melilla, por carretera. Desde Nador es posible realizar el viaje
en autobús.
Museo de las Peñuelas |
La carretera se interna por el Rif
oriental. A mitad de camino a Fez merece la pena hacer una parada en Alhucemas.
Su fundación española es inconfundible. Al igual que Nador, Alhucemas creció en
época del Protectorado. Es también una ciudad grande, aunque bastante menor que
Nador. Su litoral posee vistas de cruda belleza rocosa frente al mar.
Así llegamos a Fez. Fundada
en el siglo IX por Idris II, esta metrópolis que ronda el millón de
habitantes, ostenta el título de ser propietaria de la medina más
antigua de Marruecos y una de las mayores de todo el Magreb. El recién llegado
enseguida advierte acusados contrastes, y es que es Fez, en realidad tres
ciudades: la contemporánea, fundada por los franceses en 1920, Fez el
Bali, apabullante laberinto medieval de calles y Fez el Jedid,
una ampliación de la ciudad antigua, realizada bajo la dinastía de los
Benimerines, en el siglo XIII. En Fez el Bali conviven, como hace siglos,
los distintos gremios en sus respectivos barrios: sastres, alfareros,
forjadores y, por supuesto, los curtidores. Junto con los de Tetúan, los
curtidores de Fez son los únicos del país que realizan curtido y tintado del
cuero según las viejas tradiciones.
Entrando
al Plato
Fritura de pescado |
La gastronomía
melillense lleva a su fogón las raíces de su recetario andalusí, la diversidad
de la cocina internacional y, claro,
las nativas maneras marroquíes. Un poco de todo ello se degusta en el
restaurante de El Parador, donde, además del Cuscús y las Ensaladas
de Hortalizas, deben probarse la Sopa de Verduras y Carne y los
Dátiles Rellenos.
En Melilla, como en
la practica totalidad de España, gusta mucho, antes de sentarse a la mesa,
tapear. La ciudad ofrece tres rutas por donde ir alternando aperitivos: por el
paseo marítimo, por el centro y par el barrio del Real. Allí hay para elegir,
marisco, pescadito, pinchos melillenses...
Entrando al plato,
de primero: Verdura (la de Melilla vienen a buscarla desde la
península), Espárragos, Alcachofas, Tomates, Judías
Verdes... arreglados de forma muy semejante a como se hace en Andalucía, en
Levante y en Murcia, es decir, agasajando las verduras crudas, apenas
braseándolos o en maravillosos caldos. Dadas las temperaturas, casi en
cualquier época del año, puede comenzarse el festín con un ligero ajo blanco.
Pinchitos morunos |
De segundo, sería
ominoso no catar, en alguna de sus formas, el Pescado Mediterráneo o el Marisco.
Sugerimos una Cazuela de Rape, o, si lo prefiere, una Fritura Variada.
El pastel no tiene desperdicio. Algunos cocineros marroquíes hasta hacen Pinchitos
de Pescado Blanco, con Guindilla Molida, Perejil, Ajo y
Comino.
De la tradición
hebrea, la Chuchuca y la Carne Encebollada son dos excelentes
opciones. Y para que no falte el rasgo hindú, acabemos degustando la fresca
fruta de esta tierra en una típica Raita con Yogur.
La comida no debe
darse por terminada sin tomarse un Té Verde con Hierbabuena, acompañado
de algún Dulce Marroquí rico en almendras. El que además lleva Hojas
de Bastela y Agua de Azahar es una delicia irresistible.
Té moruno con dulces |
LA RECETA SECRETA
PESCADO COCHO AL CILANTRO
Ingredientes: 1 Kg. de mero, 2 tomates, 1
pimiento picante, media cabeza de ajo, un ramillete de hojas de cilantro, sal,
aceite y pimentón.
Preparación: Una vez limpio de piel y
espinas, cortamos el mero en dados no demasiado menudos. Espolvoreamos el
pimentón y salamos. Seguidamente se echa el picado de ajos y cilantro. Es
importante no prescindir de esta prodigiosa hierba usada desde China a América
y conocida también como perejil mejicano, su aroma es la clave de este plato.
En una cazuela vamos friendo los tomates y los pimientos, ya cortados y
lavados. A continuación se incorpora el pescado que dejamos cocer añadiéndole
agua hasta casi cubrirlo. El plato estará listo cuando haya reducido.
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