sábado, 25 de marzo de 2017

El parque Hernández


Foto de Emilio Gaitán
El más antiguo de nuestros parques surgió de la idea de transformar la gran explanada por la que había discurrido el río de Oro, antes del inicio en 1872 de las obras para su desvío por el sur del Cerro de San Lorenzo, en un lugar de esparcimiento para la creciente población melillense. Fue D. Venancio Hernández Fernández, llegado a Melilla como nuevo Comandante General en 1899 quien decidió, con una indudable visión de futuro, la transformación de un amplio terreno, sucio y desaprovechado, donde se vertían las tierras extraídas del nuevo cauce y se realizaban ejercicios militares, en un parque forestal provisto de un bello y variado conjunto de especies vegetales. Para ello contó con el sufragio económico de la Junta de Arbitrios, a la sazón órgano rector de la ciudad, de la que él mismo asumió la Presidencia a nales de ese año 1899.

Foto de Emilio Gaitán
El proyecto corrió a cargo del ingeniero militar D. Vicente García del Campo, terminándose las obras en la primavera de 1902, fecha en la que fue inaugurado oficialmente con el nombre de Parque Hernández. Al poco de esta inauguración la superficie inicial se vio mermada en su lado occidental, que llegaba hasta la actual calle de los Reyes Católicos, debido a la construcción del barrio Alfonso XIII. La idea original lo concebía como parque forestal a la manera de los existentes en otras ciudades españolas y europeas, de modo que se le dotó en una superficie anexa, en lo que hoy es la Avenida de la Democracia, de un vivero de germinación y aclimatación de especies que irían incrementando y enriqueciendo en diversidad los distintos parterres aún en construcción. Este vivero fue trasladado en 1919 a la zona donde actualmente se encuentra el Instituto de Enseñanza Secundaria Leopoldo Queipo al cederse sus terrenos anteriores a la Junta de Obras del Puerto.

Foto de Emilio Gaitán
En los años que siguieron a su apertura el parque se fue urbanizando y se le fue dotando de atractivos jardines que poco a poco lo van constituyendo en el centro del ocio ciudadano, hasta que en 1906 una riada lo destruye casi en su totalidad y hubo que retomar las obras prácticamente desde cero. En 1907 se construye en el actual centro geométrico del parque un bello templete de música y se erige por suscripción popular y a iniciativa de D. Cándido Lobera y El Telegrama del Rif, una farola conmemorativa en homenaje a D. Venancio Hernández, la cual ocupó en principio un lugar en el centro de la puerta principal del lado occidental, situándose actualmente cerca del ángulo al que mira la fachada principal de la Comandancia Militar. La construcción de un depósito de agua en 1915, hoy reconvertido en palomar, facilitó las labores de cuidado, la construcción de surtidores y dio un impulso apreciable al desarrollo vegetativo de muchas de las especies de procedencia tropical.

Foto de Emilio Gaitán
Al iniciarse las obras de la Plaza de España, en la antigua explanada de Santa Bárbara, se comprobó que la que habría de ser la entrada principal al parque, orientada a levante, desmerecía del nuevo entorno urbano. Por ello La Junta de Arbitrios acordó dotarla de una portada en consonancia que se terminó en 1914. Construida en compacta y blanca piedra caliza, destacan en ella las tres grandes puertas provistas de cancelas de hierro forjado y las dos torretas adornadas por escudos de la Casa de Medina Sidonia coronados por efigies de Guzmán el Bueno. Junto a la portada se construyó un bar de bella factura modernista desgraciadamente desaparecido, que se unió a otras aportaciones, como el estanque de los patos y las pajareras. En 1918 se terminó al cerramiento perimetral, compuesto por un murete de metro y medio de altura, salpicado de pilares unidos por una verja férrea que alcanza una altura cercana a los tres metros. Grandes puertas en los centros de los otros tres lados y otras cuatro más pequeñas aseguraban el tránsito ciudadano a través del recinto.

Foto de Emilio Gaitán
En el período 1927-1930 las mejoras son notables. Surgen los artísticos peristilos o pérgolas de las dos rotondas laterales del paseo principal norte-sur, se suprimen algunos pequeños caminos y se pavimentan los principales. Desaparecen algunos antiestéticos quioscos, autorizándose sólo dos, bien montados, en la zona media de la mitad oriental del parque. Se invierte en nuevas conducciones de aguas, en los viveros de plantas, en plantas y herramientas. Y en los bajos del templete de música se da albergue a un pequeño Museo Arqueológico que pronto, con la llegada de la República se trasladará a la Puerta de la Marina, ocupando el local una biblioteca popular.

Foto de Joaquín Cánovas
Al inicio de la década de los años 30 el parque sufre su última mutilación superficial que lo redujo a las 4 hectáreas actuales, al suprimirse la doble semirrotonda en media luna que sobresalía de su lado oeste en lo que hoy es la calle Luis de Sotomayor. Tras la guerra civil el Parque Hernández volvió a ser el paseo preferido por la ciudadanía melillense y el centro neurálgico de las actividades lúdicas y festivas de la ciudad, contando con la presencia de bares con terrazas donde frecuentemente se desarrollaban veladas musicales. Pero, poco a poco, con los cambios en los hábitos lúdicos que surgen en la sociedad española a nales de los 60 e inicios de los 70 el parque entra en una larga etapa de decadencia y desarraigo social de la que actualmente se intenta recuperar, pese a los escasos trabajos de mantenimiento que desarrollan una limitada plantilla de jardineros y la agresión anual que ha representado durante décadas el montaje de las casetas de la feria de la ciudad.

Foto de José Antonio Fernández
De la vegetación primigenia, traída a Melilla en los inicios del siglo XX, han desaparecido hileras de árboles de hoja caduca, entre ellos los plátanos de paseo que nos muestran las fotografías de la época, conservándose el palmeral, con algo más de 200 palmas de las 400 que originariamente se instalaron. Esto último es lo que indudablemente da carácter propio a nuestro parque más antiguo, con un predominio importante de “palmeras canarias” (Phoenix canariensis), “palmeras datileras” (Phoenix dactilifera) y “washingtonias” (Washingtonia lifera et Washingtonia robusta). El conjunto de estas últimas, que jalonan en dos hileras el estanque alargado que imita al del Generalife granadino, forma sin duda uno de los grupos más bellos de su especie en España. También de la primera época son las grandes “araucarias” (Araucaria heterophylla) y “ficus” (Ficus microcarpa et Ficus macrophylla), destacando en el primer caso la del jardin ovalado del extremo oriental y en el segundo el situado a las puertas de la hoy en desuso ludoteca y biblioteca infantil, perteneciente a la especie citada en último lugar. Mención especial merece el ejemplar de “drago” (Dracaena drago) ubicado junto al comentado estanque, con una altura y un porte simétrico de difícil parangón en parques peninsulares. Otras plantas reseñables son los “pinos canarios” (Pinus canariensis) del parque infantil, las “yucas gigantes” (Yucca elephantipes), las “cicas” (Cycas revoluta), las “buganvillas” (Bouganvillea spectabilis) de las pérgolas del paseo trasversal y algún ejemplo aislado de otras especies de palmas, pinos, cipreses, etc. Además, adornan el Parque Hernández un bonito templete de música, dos nuevos quioscos recubiertos de azulejos sevillanos y las efigies de Lope de Vega, Félix Rodríguez de la Fuente, Fernando Arrabal, Miguel Fernández, poeta melillense premio Nacional de Literatura en 1977, y Francisco José Aguilar, teniente legionario muerto en Mostar en 2001 cumpliendo con labores humanitarias. 

Foto de Patricia Moral
En abril de 2007 coincidiendo con la celebración en Melilla del XXXIV Congreso de Parques y Jardines auspiciado por la UNESCO y a propuesta del Consejo de Gobierno, al Parque Hernández se le concedió la distinción de “Parque Histórico”, lo que ha quedado recogido en una placa situada a la entrada de la Plaza de España.

Foto de Patricia Moral
Foto de Patricia Moral
Foto Patricia Moral
Foto Patricia Moral
Foto Patricia Moral
Foto Patricia Moral
Foto Patricia Moral
Foto Patricia Moral
Foto Patricia Moral
Foto Patricia Moral
Foto Patricia Moral
Foto Patricia Moral
Foto Patricia Moral
Foto Patricia Moral
Foto Patricia Moral
Foto Patricia Moral

sábado, 4 de marzo de 2017

Duquesa de la Victoria, 1

Duquesa de la Victoria, 1
El edificio conserva su composición decorativa original. Los bajos se componen con sencillez: zócalo y tratamiento del paramento imitando despiece de sillares en incisiones.

La decoración se concentra en el primero, con enmarques de vanos geométricos, balcones sobre mensuras con cierre de forja y dos miradores de madera sobre mensuras acrisoladas. Destaca el tratamiento estucado simulando sillares y la cornisa vegetal; sobre ésta hubo una balaustrada, desaparecida, salvo en un fragmento. Una habitación asoma a la fachada rompiendo su armonía en una de las fachadas.

Balcón de forja
Destaca su grado de conservación y los miradores.
Mirador


Detalle de la balconada

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