Grabado de la Ciudad de Melilla |
La
historia de Melilla está llena de intentos de conquistas por parte de las
tropas de los sultanes y de los pueblos próximos a ella. Pero quizás uno de los
más relevantes, en el que se mezcló la política, la religión, la magia y la
picaresca fue el conocido como “Suceso del Morabito” en 1564. Posteriormente
Juan Ruiz de Alarcón se inspiraría en estos hechos para escribir la obra
titulada “La Manganilla de Melilla”.
En
1564, los intentos de las tropas del sultán saadita Muley Abdalá y de algunas
de las tribus de Guelaya, por conquistar Melilla, se estrellaban en las
murallas de la ciudad. Llegó a la zona un morabito (santón), llamado Adi
Mohamete Bu Balac. Estos hechiceros o santones tenían gran prestigio social que
en ocasiones derivaba a conseguir un poder que excedía de lo meramente
religioso. El morabito empezó a predicar y a incitar a los guelayenses,
asegurando que por medio de unos ritos mágicos, conseguiría dormir a los
soldados melillenses, con lo que ellos no tendrían problemas para entrar en la
ciudad y conquistarla. Pero para que el encantamiento surtiera efectos, tenían
que acudir sólo los que participaran en las oraciones de las mezquitas, avanzar
a pie, alabando a Alá, sin armas de tiro y sin atacar a los soldados españoles,
que ya estarían hechizados y dormidos. Tampoco debían pisotear los sembrados y
las huertas de los cristianos para lo que debían caminar por el camino que
llevaba a la puerta de Melilla, sin salirse del mismo y dando alabanzas a Dios.
Apelando a la guerra santa contra los infieles de Melilla, consiguió convencer
del poder de su magia a los lugareños de la zona a los que convocó para el
mediodía del sábado 22 de abril de 1564, fecha y hora idónea, para apoderarse
de la ciudad, según él.
Puerta de la Victoria |
Gobernaba
la ciudad de Melilla don Pedro Venegas de Córdoba, quien fue informado por un
espía moro a sueldo de lo españoles. Conocedor de las intenciones del morabito,
decidió seguir el juego, simulando el encantamiento. En el día previsto,
comenzaron a reunirse en las cercanías de Melilla seguidores del morabito,
enarbolando banderas y al son de las chirimías, tambores y panderos, la multitud
avanzó hacia las murallas de Melilla. La idea de Pedro Venegas era dejar la
puerta abierta del Campo para que pudieran entrar los seguidores del morabito y
una vez dentro, encerrarlos en la Villa Vieja levantando el puente levadizo de
Santiago.
Los
asaltantes llegaron a la puerta abierta e intentaron coger las armas de los
centinelas que simulaban estar dormidos. Estos no se dejaron desarmar y se
inició una refriega, que puso en guardia a los seguidores del morabito e
iniciaron la huida, aprovechando que no se pudo cerrar a tiempo la puerta de la
ciudad, dejando muertos y heridos en la explanada de la Plaza de Armas. El
morabito salió ileso logrando huir, y estuvo a punto de morir a manos de sus
seguidores, pero su poder de persuasión debería ser tan grande que logró
convencerlos de que los culpables habían sido ellos mismos, ya que al
precipitarse en atacar los centinelas españoles habían roto el hechizo.
Foso de Hornabeque |
Por
su parte Pedro Venegas, no contento con el resultado, hizo correr el bulo que
sí que habían sido embrujados y gracias a que en el último momento se rompió el
embrujo, no cayeron en manos del morabito.
Así
pues, el morabito fijó nuevamente una fecha, el 19 de junio, para un segundo
intento de conquista y de nuevo por medio de hechizamiento y siguiendo sus
instrucciones con exactitud.
Prevenido
de nuevo Pedro Venegas de la preparación, fecha y hora del nuevo ataque,
decidió preparar la ciudad para una nueva estrategia. Mandó instalar un
rastrillo en la Torre Quemada para dejarlo caer y así poder cerrar de golpe la
puerta, cerrando a todos los que estuvieran dentro de la Villa Vieja y que no
pudieran escapar como en la anterior ocasión. Organizó una emboscada más
elaborada para capturar a los asaltantes que intentasen huir.
Por
la mañana del día señalado, los seguidores del morabito se concentraron en las
inmediaciones de Melilla. En esta ocasión en número superior al del primer
intento, ya que vinieron gentes de la zona del Rif e incluso de otras más
alejadas. Uno de los jefes de una cabila de la región, intentó impedir que la
muchedumbre cayeran en una nueva trampa, pero el clamor de los asaltantes
enmudecieron sus palabras y se precipitaron en tropel por la primera puerta que
a propósito había quedad abierta. Llegaron la explanada de la Plaza de Armas y
alcanzaron el foso de Santiago, donde se detienen porque el puente se
encontraba cerrado. Advertidos del peligro, intentaron volver hacia atrás, pero
no pudieron porque el rastrillo colocado en la Torre Quemada se cierra
súbitamente, dejando encerrados a todos los que accedieron a la ciudad. La
artillería, que disponía de 23 cañones, inicia el fuego y las tropas emboscadas
cargan sobre los que aún se encuentran fuera de la ciudad, que totalmente
sorprendidos, huyen desbandados.
Los
encerrados dentro de la plaza intentaron abrirse paso combatiendo, pero fue
inútil, ya que el fuego de los cañones y de los arcabuceros diezmaron sus
filas, causándoles numerosas bajas.
Cristo de la Vera Cruz en Melilla |
Pedro
Venegas, según cuenta en su informe, salió a caballo a la explanada de la Villa
Vieja mostrando un crucifijo de la cofradía de la Vera Cruz que había en
Melilla y volvió a conminarlos a la rendición, que finalmente aceptaron al
verse perdidos.
Del
morabito nunca más se supo. Los prisioneros, por el interés del comercio de
seres humanos, una de las actividades más lucrativas del Mediterráneo en esos
años, tanto por moros como por cristianos, fueron rescatados por sus
familiares. Estos rescates se hacían con dinero o en especies como cabezas de
ganado. Los que no pudieron ser rescatados, acabaron encadenados al remo en las
galeras de la escuadra de Fadrique de Carvajal, que recaló en Melilla tras la
conquista del Peñón de Vélez.
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