Museo de Arqueología e Historia de Melilla |
El conocimiento que tenemos actualmente sobre los momentos referidos a la protohistoria o etapa previa a la entrada del territorio de Melilla y de sus gentes en los textos escritos, resulta muy desalentador. La escasez, la dispersión y la disparidad de datos en el área norteamericana no permiten por el momento establecer un registro estructurado de los más de tres mil años que transcurren entre el Neolítico y el mundo púnico. Si nos centramos en el área estrictamente melillense hay que apoyarse en hallazgos de los que no han quedado nada más que noticias en prensa o algún escueto informe. Destacamos de ellos las sepulturas de piedra ovaladas del barrio del Real con los esqueletos que portaban aretes de oro. Sin embargo, no contamos con descripciones certeras o con un dibujo de los adornos, lo que hubiera aportado algún indicio de identificación. El único paralelo que conocemos son los aritos o pendientes de bronce que el equipo de arqueólogos germano-marroquí recogió en uno de los túmulos de enterramiento de la pequeña necrópolis de Malu Sidi Lahsen, en la llanura del Guerroaou, y que se han clasificado de un segmento cronológico muy amplio entre la edad del Cobre y la del Bronce.
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También hay que relacionar en este apartado los fondos de cabaña con enterramientos del Bronce excavados en Melilla y, también de época protohistórica el hallazgo de unas presuntas tinajas de gran tamaño que servirían de enterramiento, llegando incluso a ser adscritas al mundo agárico que se desarrollaba entonces en el sur de la Península Ibérica. Sin embargo, de nuevo estamos ante un descubrimiento perdido y del que sólo contamos con un dibujo que puede responder a una idealización.
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Es cierto que en la protohistoria se atestiguan ya con seguridad los contactos entre las costas de ambos lados del Estrecho, por lo que aparecen en la zona norteafricana restos de cerámicas campaniformes en los horizontes de la edad del Cobre o Calcolítico. El vaso campaniforme tiene su origen en la península Ibérica y fue objeto de exportación como elemento exótico (sus modelos también fueron copiados), distribuyéndose hacia Europa y África. El gran interés de su aparición en Marruecos radica en que demuestra fehacientemente los contactos entre las dos regiones del Estrecho y la ruptura definitiva del aislamiento de un territorio que durante 20.000 años observó una gran continuidad en el modo de vivir, al parecer, en perfecta adaptación con el medio. En la cercanías de Melilla de nuevo se han hallado fragmentos campaniformes en los lugares ya citados de Hassi Ouenzaga y en otras cuevas cercanas.
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De momentos protohistóricos, entre el neolítico y bronce, son también la serie de hachas pulimentadas que documentamos en las prospecciones de Pallary en el lecho del río de Oro (una de ellas un hacha de omita) y de Fontenilles, la encontrada en el Uixan en 1929, la excavada por Enrique de Álvaro en 1994 y la que se conserva la colección Rutllant, todas ellas encontradas en la ciudad de Melilla.
Finalmente comentaremos que Posac hace adscripciones genéricas a momentos postneolíticos para algunas piezas halladas en la estación de Haddú y en la Piedra del Burro, sin concretar mucho más. Por lo demás dejamos a futuros estudios la cronología de yacimientos más cercanos a nosotros, como el de Sidi Guariach, que Tomassetti clasifica como protohistórico al contar con morfotipos posteriores al período neolítico. Entre los restos de El Zafrín de Chafarrinas y la necrópolis tardopúnica de San Lorenzo en Melilla, se desarrolla una edad oscura en nuestra prehistoria que representa un vacío o discontinuidad de más de tres mil años que deberá ser completado con futuras investigaciones.
(Extractos de Historia de Melilla, de Antonio Bravo y Pilar Fernández)
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